MUJERES
POR EL CAMBIO – ECUADOR
ENCUENTRO
DE SINDICALISTAS
BOGOTÁ
- COLOMBIA
“LA ORGANIZACIÓN DE LA MUJER TRABAJADORA:
TAREA
INELUDIBLE DE LA REVOLUCIÓN”
La crisis mundial del capitalismo se agudiza,
las contradicciones inherentes a este sistema de dominación son cada vez más
profundas e inocultables. Los pueblos
del mundo diariamente enfrentan la pobreza, la falta de oportunidades, la
imposibilidad de ejercer sus derechos, la ausencia de democracia, la implementación
de acciones de sojuzgamiento y dominación que son inherentes a este sistema
explotador.
Mientras los grupos económicos capitalistas
concentran la riqueza, los hombres y mujeres de las clases trabajadoras son
víctimas de la naturaleza rapaz de este modo de producción. En este contexto, las clases trabajadoras son
las que soportan el peso de la crisis capitalista, los pueblos y naciones
oprimidas también son víctimas de esta explotación; sin embargo, las mujeres
trabajadoras y de las clases y sectores
populares somos las más afectadas. Recordemos que las mujeres además de ser
víctimas de la opresión y explotación de los capitalistas, también son víctimas
de la dominación que sobre ella se ejerce en todos los espacios sociales,
incluidos el familiar, por elementos de orden cultural en una sociedad cargada
de concepciones y prácticas patriarcales y discriminatorias. Estas condiciones se articulan para
fortalecer la dominación económica, política y socio-cultural del sistema sobre
las mujeres.
Aunque la acción organizada de las mujeres ha
logrado arrancar algunas conquistas no es suficiente la cesión formal de
derechos para las mujeres si no existe un ejercicio pleno de ellos. No se puede hablar de igualdad o equidad
mientras esté en vigencia el capitalismo.
Mujeres
y trabajo:
El trabajo es la actividad que le permite al
ser humano definirse como tal en tanto que se apropia de la naturaleza para
transformarla en función de sus necesidades materiales y espirituales y
también, en la medida en que pone en juego su propia naturaleza, su cuerpo y
mente para crear nuevos conocimientos, para producir y, en este proceso ser
cada vez más humano, mas social.
Como señala Marcela Lagarde, el trabajo no es
aleatorio, pues es un proceso intencional y voluntario con el cual se pone en
acción su energía creadora, la producción de los bienes materiales y culturales
constituye el contenido esencial para la existencia de los seres humanos. De
tal manera que no se puede hablar de un ser humano, cualquiera que sea su
pertenencia a una clase, etnia o género, que pueda desarrollarse al margen del
trabajo. Esta afirmación nos permite señalar que en todo el proceso de
desarrollo de la humanidad, las mujeres, al igual que los hombres, siempre
hemos estado vinculadas al trabajo, sin embargo, las formas de trabajo han
establecido las percepciones que cada sociedad tiene sobre la masculinidad y
feminidad, sobre los roles y funciones de cada uno de estos grupos humanos en
el proceso productivo. El trabajo entonces es una actividad vital para todos y
en este contexto es necesario ubicar tres aspectos que son necesarios para el
análisis de la situación de las mujeres trabajadoras en el Ecuador de hoy:
a)
LAS TAREAS DOMÉSTICAS COMO ASIGNACIÓN CULTURAL DE GÉNERO Y EL CUMPLIMIENTO DE
UNA DOBLE JORNADA DE TRABAJO:
Un primer
aspecto, es la vigencia de la asignación de las tareas domésticas como un hecho
connatural a las mujeres, asignación que se produjo con el aparecimiento de la
propiedad privada y la división de la sociedad en clases y por lo cual se obligó a las mujeres al
cumplimiento de las actividades de la reproducción humana y social, actividades
que principalmente las desarrollan hasta nuestros días con una carga de mayor o
menor intensidad si las mujeres que las realizan son más o menos pobres.
Para el común de las personas, la preparación
de los alimentos, el encargarse del vestuario, de la limpieza de la casa y la
ropa, del cuidado de los hijos e hijas, de los enfermos y ancianos, son una
obligación de las mujeres. Los cambios vertiginosos en el mundo actual no han
permitido la superación de esta realidad, puesto que en el mejor de los casos,
en una familia, el hombre con mayor sensibilidad “ayuda” en las tareas
domésticas y como es obvio, la “ayuda” no implica corresponsabilidad en las
mismas.
Esta carga histórica pesa mucho en las
condiciones de las trabajadoras, puesto que la carga laboral ya no es igual a
la del trabajador sino que realiza una doble jornada de trabajo que repercute
en las condiciones de vida de las mismas. Las mujeres inician su trabajo diario
en las primeras horas de la mañana y continúa luego de su labor en la fábrica,
en el campo, en la escuela, la oficina, negocio, empleo, en la casa. Luego de
la jornada remunerada, continúa en la tarde y noche con las tareas domésticas.
Por tanto la segunda jornada no tiene descanso, se realiza en los fines de
semana, feriados, vacaciones.
En el cumplimiento de estas dos jornadas,
solo la pública es remunerada, y la doméstica no lo es. Para la vida de las
mujeres, las tareas domésticas constituyen una carga muy pesada, que genera
sufrimiento físico y mental.
Las mujeres que realizan solamente las tareas
domésticas no tienen reconocimiento como sujetos productivos, y en el caso de
vender su fuerza de trabajo como empleadas domésticas, su remuneración es la
más baja y casi siempre al margen de los derechos sociales adquiridos por los
demás grupos de trabajadores y trabajadoras.
b)
DESVALORIZACIÓN SOCIAL Y ECONÓMICA DE LAS ACTIVIDADES DE REPRODUCCIÓN
REALIZADAS POR LAS MUJERES:
En el espacio doméstico las mujeres
históricamente hemos asumido las actividades reproductivas que tienen que ver
con dos aspectos vitales para el desarrollo humano: 1) la reproducción de la
especie humana, que por las características de la naturaleza femenina, le
corresponde asumir desde su corporeidad; las mujeres llevamos en nuestro
vientre al nuevo ser y este hecho incide de manera directa en nuestra psique y
en nuestro ser mujer, la lactancia se suma a este proceso. Estos hechos
naturales han repercutido en la responsabilidad casi exclusiva de las mujeres
sobre la reproducción humana que se extiende en el cuidado de los niños y
niñas, en la atención y cuidado a las personas enfermas, a los ancianos.
Esta actividad que es vital, tampoco es
valorada socialmente, y por el contrario, en sociedades como la actual,
caracterizada por procesos de intensiva explotación, la maternidad es utilizada
para afirmar procesos de mayor extracción de plusvalía o como pretexto para
segregación.
La creación de centros materno
infantiles, jardines, ancianatos y la conquista de la salud y
educación como derechos humanos son fundamentales para la revalorización de la
reproducción humana con las garantías de bienestar integral.
En el campo de la salud, estas tareas
reproductivas inciden de manera directa en la salud sexual y reproductiva; las
enfermedades de las mujeres trabajadoras
tienen una alta incidencia en este ámbito y su gravedad depende del tipo de
trabajo que realiza. Por ejemplo, las trabajadoras de la salud y las
educadoras, sufren problemas muy serios en su aparato reproductivo por las
largas jornadas que deben pasar de pie.
2) Las tareas domésticas: preparación de los
alimentos, confección, lavado, planchado de la ropa, el aseo del entorno
familiar y otras actividades de este tipo, cumplen también un rol vital para la
recuperación de la fuerza de trabajo gastada en el proceso productivo por los
miembros de la familia. Si a estos aspectos se agregan la afectividad que se
genera en el grupo familiar, se configuran los elementos que el ser humano
necesita para cumplir sus actividades productivas en cualquier ámbito. La
experiencia humana es enfática en demostrar que ninguna persona es capaz de
crear y desarrollar una actividad productiva, sino cuenta con los elementos de
reproducción material y espiritual. En esta época de desarrollo científico y
tecnológico, se han creado recursos tecnológicos que por su costo son
accesibles para un segmento aún pequeño de la población. Aún en el caso de que
todas las familias tuvieran estos recursos, el elemento afectivo es un elemento
prioritario.
Estas actividades provocan un gran desgaste
físico y las mujeres también sufren de problemas de stress y cansancio mental
por las responsabilidades que asumen cotidianamente.
En este aspecto también debemos señalar que
en momentos de crisis económica como la actual, el trabajo doméstico abarca
otros aspectos como el trabajo agrícola,
en el cual participan las mujeres y los
niños sin remuneración. Según datos estadísticos del INEC, el 47% de la PEA de
mujeres realiza actividades no remuneradas. Este trabajo considerado como
ayuda, genera una alta plusvalía.
Otras actividades no remuneradas son las
artesanales que se realizan para cubrir las necesidades internas de la familia.
Estas tareas entonces tienen una gran
connotación material y productiva, son trabajos socialmente productivos que no
pueden medirse solo con la base de creación directa de plusvalía sino por la
magnitud en la reproducción de la fuerza laboral.
c)
LA DISCRIMINACIÓN DE LAS MUJERES TRABAJADORAS EN EL ACCESO Y CONTROL DE LOS
RECURSOS
Las mujeres nos incorporamos hace muy poco
tiempo a las actividades productivas del ámbito público. Los primeros pasos los
encontramos con la producción capitalista que sustituyó a la manufactura y
artesanía. Este proceso de incorporación se realizó en condiciones de
desventaja para las mujeres desde varias perspectivas: por una parte, se
consideró y se considera aún como un trabajo complementario al del hombre y por
lo tanto, es una remuneración secundaria para la supervivencia de la familia;
por otra parte, las mujeres se articularon a procesos productivos que
constituyen una extensión social de sus roles reproductivos tradicionales: la
docencia, trabajo social, enfermería, empleadas y oficinistas, secretarias, en
hotelería y restaurantes, en actividades comunitarias, que son conocidas como
actividades terciarias de la economía, en un 70% en el área rural y 40% en el
sector urbano. En el servicio doméstico, el 95% de las personas que realizan
este trabajo son mujeres. Esto configura
una condición de discriminación que a su vez se produce por las menores
oportunidades de acceder a una formación profesional y técnica, por el número
mayor de analfabetas mujeres y por la opción profesional que se asume desde la perspectiva
de los roles tradicionales de género.
En los llamados sectores informales de la
economía y en el subempleo también es mayor el número de mujeres. El
mantenimiento de salarios bajos es una constante en el Ecuador. Las diferencias
se expresan con un sesgo étnico, puesto que la discriminación es mayor cuando
se trata de mujeres trabajadoras indígenas o negras.
En cuanto al acceso de los recursos como
tierra, instrumentos de trabajo, o acceso a créditos, también se evidencia una
discriminación de género, así tenemos que en el campo el 55% de jefas de
familia no tienen ninguna propiedad y solamente el 1% de trabajadoras agrícolas
ha recibido capacitación técnica. El hecho de no ser propietarias de la tierra
y de otros medios de producción les impide a un gran porcentaje acceder a
créditos y otras formas de financiamiento de actividades productivas.
LA
PRECARIZACIÓN LABORAL AFECTA EN MAYOR MEDIDA A LAS MUJERES.-
Como consecuencia de la crisis del
capitalismo y de las políticas antipopulares del régimen de Correa en el ámbito
laboral, se ha incrementado los porcentajes de desempleo y subempleo, las
condiciones de contratación de la fuerza laboral han sufrido un acelerado
proceso de precarización pues de los 2.173. 263 trabajadores asalariados registrados
por el INEC solo 1.200.000 están afiliados al IESS, un gran porcentaje es
contratado sin respetar lo estipulado en el Código de Trabajo y hoy se ha
generalizado la contratación por servicios prestados en el ámbito público, que
también es una herramienta muy eficaz para super explotar la fuerza de trabajo.
Por ejemplo, en el sector de producción de
flores el 90% es mano de obra femenina que laboran en deficientes condiciones
de seguridad y no tienen garantías de estabilidad laboral, además de la imposibilidad
de organizarse y de reclamo de derechos establecidos en la Constitución, leyes
y acuerdos internacionales.
Otras manifestaciones de la precarización del
trabajo femenino es el sometimiento a condiciones de contaminación por el uso
de químicos y otros productos que afectan a la salud reproductiva. Las medidas
adoptadas son insuficientes y las consecuencias son nefastas para las
trabajadoras.
LAS
CONDICIONES DE TRABAJO, SEGURIDAD Y SALUD COMO ASPECTOS FUNDAMENTALES PARA EL
DESARROLLO HUMANO Y SOCIAL.-
Tradicionalmente se ha asociado a las
condiciones de trabajo al tema salarial, dejando de lado otros aspectos que
influyen en la calidad de vida de los y las trabajadores, en su capacidad para
desarrollar mejores condiciones para la producción y en el conjunto de
dimensiones sociales, personales, físicas y psicológicas que son necesarias
para garantizar una condición de salud, entendida ésta última no como ausencia
de enfermedad sino como un estado de plenitud y equilibrio.
En
los aspectos señalados anteriormente se configura una condición de explotación
y discriminación para las mujeres trabajadoras; estos aspectos impiden que las
mismas puedan tener una garantía para desarrollar plenamente sus capacidades.
Por lo mismo la seguridad social concebida bajo los principios de solidaridad,
universalidad y obligatoriedad, es una
necesidad vital para las mujeres.
Si
tomamos en cuenta que en la Constitución Política se reconoce como derecho
humano el acceso a la Seguridad Social, es una tarea el exigir del Estado los
recursos que posibiliten la cobertura gradual de la población hasta llegar a la
meta del 100%. En este sentido una primera demanda de las mujeres es la
afiliación de las Jefas de familia del campo y la ciudad al Seguro Social, con
el financiamiento del Estado.
Por
otra parte, en cuanto al tema de riesgos del trabajo, es necesario que la
Dirección nacional inicie un proceso de investigación de los problemas,
afectaciones y enfermedades que adquieren las mujeres trabajadoras urbanas y
rurales por su condición de género, como lo hemos detallado en el cumplimiento
de una doble jornada de trabajo que implica el desgaste físico y mental y por
la violencia que enfrenta en su entorno laboral, social e intrafamiliar.
En
cuanto a la cobertura por derechos de maternidad, no todas las trabajadoras
gozan de este beneficio, como por ejemplo las empleadas de negocios
particulares, las trabajadoras asalariadas rurales y las pequeñas comerciantes;
estas mujeres por su condición precaria se ven imposibilitadas de acceder a
este beneficio.
En
lo que respecta a la Jubilación de las trabajadoras, en el Ecuador hemos
retrocedido, pues no se toma en consideración la doble jornada de trabajo que
realizan, realidad que exige una reforma a la Ley para otorgar la jubilación a
los 30 AÑOS DE TRABAJO SIN LÍMITE DE EDAD.
De
igual manera, demandamos la provisión de servicios sociales; etc); SEGURIDAD
SOCIAL CON COBERTURA PLENA para las mujeres trabajadoras por cuenta propia y
trabajadoras del hogar. Finalmente, como la exigencia más importante para las
mujeres es que nuestros gobiernos garanticen TRABAJO DIGNO, ESTABLE Y SIN
DISCRIMINACIÓN POR CONDICIONES DE MATERINIDAD, ESTUDIO, ÉTNICO CULTURALES.
La
organización de las mujeres para su propia liberación
Las mujeres trabajadoras y de los sectores populares debemos comprender
que la única salida a nuestros problemas y la liberación efectiva la
conquistaremos solo con la revolución y el socialismo, es decir, cuando vivamos
en una sociedad sustentada en la solidaridad y la igualdad, y para ello es
preciso que las mujeres seamos parte de la conquista del poder político por
parte de las y los trabajadores.
Quito, septiembre de 20187
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