lunes, 23 de octubre de 2017


MUJERES POR EL CAMBIO – ECUADOR
ENCUENTRO DE SINDICALISTAS
BOGOTÁ - COLOMBIA

 “LA ORGANIZACIÓN DE LA MUJER TRABAJADORA:
TAREA INELUDIBLE DE LA REVOLUCIÓN”

La crisis mundial del capitalismo se agudiza, las contradicciones inherentes a este sistema de dominación son cada vez más profundas e inocultables.  Los pueblos del mundo diariamente enfrentan la pobreza, la falta de oportunidades, la imposibilidad de ejercer sus derechos, la ausencia de democracia, la implementación de acciones de sojuzgamiento y dominación que son inherentes a este sistema explotador.

Mientras los grupos económicos capitalistas concentran la riqueza, los hombres y mujeres de las clases trabajadoras son víctimas de la naturaleza rapaz de este modo de producción.  En este contexto, las clases trabajadoras son las que soportan el peso de la crisis capitalista, los pueblos y naciones oprimidas también son víctimas de esta explotación; sin embargo, las mujeres trabajadoras  y de las clases y sectores populares  somos las más afectadas.  Recordemos que las mujeres además de ser víctimas de la opresión y explotación de los capitalistas, también son víctimas de la dominación que sobre ella se ejerce en todos los espacios sociales, incluidos el familiar, por elementos de orden cultural en una sociedad cargada de concepciones y prácticas patriarcales y discriminatorias.  Estas condiciones se articulan para fortalecer la dominación económica, política y socio-cultural del sistema sobre las mujeres. 

Aunque la acción organizada de las mujeres ha logrado arrancar algunas conquistas no es suficiente la cesión formal de derechos para las mujeres si no existe un ejercicio pleno de ellos.  No se puede hablar de igualdad o equidad mientras esté en vigencia el capitalismo.

Mujeres y trabajo:

El trabajo es la actividad que le permite al ser humano definirse como tal en tanto que se apropia de la naturaleza para transformarla en función de sus necesidades materiales y espirituales y también, en la medida en que pone en juego su propia naturaleza, su cuerpo y mente para crear nuevos conocimientos, para producir y, en este proceso ser cada vez más humano, mas social.

Como señala Marcela Lagarde, el trabajo no es aleatorio, pues es un proceso intencional y voluntario con el cual se pone en acción su energía creadora, la producción de los bienes materiales y culturales constituye el contenido esencial para la existencia de los seres humanos. De tal manera que no se puede hablar de un ser humano, cualquiera que sea su pertenencia a una clase, etnia o género, que pueda desarrollarse al margen del trabajo. Esta afirmación nos permite señalar que en todo el proceso de desarrollo de la humanidad, las mujeres, al igual que los hombres, siempre hemos estado vinculadas al trabajo, sin embargo, las formas de trabajo han establecido las percepciones que cada sociedad tiene sobre la masculinidad y feminidad, sobre los roles y funciones de cada uno de estos grupos humanos en el proceso productivo. El trabajo entonces es una actividad vital para todos y en este contexto es necesario ubicar tres aspectos que son necesarios para el análisis de la situación de las mujeres trabajadoras en el Ecuador de hoy:

a) LAS TAREAS DOMÉSTICAS COMO ASIGNACIÓN CULTURAL DE GÉNERO Y EL CUMPLIMIENTO DE UNA DOBLE JORNADA DE TRABAJO:

 Un primer aspecto, es la vigencia de la asignación de las tareas domésticas como un hecho connatural a las mujeres, asignación que se produjo con el aparecimiento de la propiedad privada y la división de la sociedad en clases  y por lo cual se obligó a las mujeres al cumplimiento de las actividades de la reproducción humana y social, actividades que principalmente las desarrollan hasta nuestros días con una carga de mayor o menor intensidad si las mujeres que las realizan son más o menos pobres.

Para el común de las personas, la preparación de los alimentos, el encargarse del vestuario, de la limpieza de la casa y la ropa, del cuidado de los hijos e hijas, de los enfermos y ancianos, son una obligación de las mujeres. Los cambios vertiginosos en el mundo actual no han permitido la superación de esta realidad, puesto que en el mejor de los casos, en una familia, el hombre con mayor sensibilidad “ayuda” en las tareas domésticas y como es obvio, la “ayuda” no implica corresponsabilidad en las mismas.

Esta carga histórica pesa mucho en las condiciones de las trabajadoras, puesto que la carga laboral ya no es igual a la del trabajador sino que realiza una doble jornada de trabajo que repercute en las condiciones de vida de las mismas. Las mujeres inician su trabajo diario en las primeras horas de la mañana y continúa luego de su labor en la fábrica, en el campo, en la escuela, la oficina, negocio, empleo, en la casa. Luego de la jornada remunerada, continúa en la tarde y noche con las tareas domésticas. Por tanto la segunda jornada no tiene descanso, se realiza en los fines de semana, feriados, vacaciones.

En el cumplimiento de estas dos jornadas, solo la pública es remunerada, y la doméstica no lo es. Para la vida de las mujeres, las tareas domésticas constituyen una carga muy pesada, que genera sufrimiento físico y mental.

Las mujeres que realizan solamente las tareas domésticas no tienen reconocimiento como sujetos productivos, y en el caso de vender su fuerza de trabajo como empleadas domésticas, su remuneración es la más baja y casi siempre al margen de los derechos sociales adquiridos por los demás grupos de trabajadores y trabajadoras.


b) DESVALORIZACIÓN SOCIAL Y ECONÓMICA DE LAS ACTIVIDADES DE REPRODUCCIÓN REALIZADAS POR LAS MUJERES:

En el espacio doméstico las mujeres históricamente hemos asumido las actividades reproductivas que tienen que ver con dos aspectos vitales para el desarrollo humano: 1) la reproducción de la especie humana, que por las características de la naturaleza femenina, le corresponde asumir desde su corporeidad; las mujeres llevamos en nuestro vientre al nuevo ser y este hecho incide de manera directa en nuestra psique y en nuestro ser mujer, la lactancia se suma a este proceso. Estos hechos naturales han repercutido en la responsabilidad casi exclusiva de las mujeres sobre la reproducción humana que se extiende en el cuidado de los niños y niñas, en la atención y cuidado a las personas enfermas, a los ancianos.

Esta actividad que es vital, tampoco es valorada socialmente, y por el contrario, en sociedades como la actual, caracterizada por procesos de intensiva explotación, la maternidad es utilizada para afirmar procesos de mayor extracción de plusvalía o como pretexto para segregación.

La creación de centros materno infantiles,  jardines,  ancianatos y la conquista de la salud y educación como derechos humanos son fundamentales para la revalorización de la reproducción humana con las garantías de bienestar integral.

En el campo de la salud, estas tareas reproductivas inciden de manera directa en la salud sexual y reproductiva; las enfermedades de las mujeres  trabajadoras tienen una alta incidencia en este ámbito y su gravedad depende del tipo de trabajo que realiza. Por ejemplo, las trabajadoras de la salud y las educadoras, sufren problemas muy serios en su aparato reproductivo por las largas jornadas que deben pasar de pie.

2) Las tareas domésticas: preparación de los alimentos, confección, lavado, planchado de la ropa, el aseo del entorno familiar y otras actividades de este tipo, cumplen también un rol vital para la recuperación de la fuerza de trabajo gastada en el proceso productivo por los miembros de la familia. Si a estos aspectos se agregan la afectividad que se genera en el grupo familiar, se configuran los elementos que el ser humano necesita para cumplir sus actividades productivas en cualquier ámbito. La experiencia humana es enfática en demostrar que ninguna persona es capaz de crear y desarrollar una actividad productiva, sino cuenta con los elementos de reproducción material y espiritual. En esta época de desarrollo científico y tecnológico, se han creado recursos tecnológicos que por su costo son accesibles para un segmento aún pequeño de la población. Aún en el caso de que todas las familias tuvieran estos recursos, el elemento afectivo es un elemento prioritario.

Estas actividades provocan un gran desgaste físico y las mujeres también sufren de problemas de stress y cansancio mental por las responsabilidades que asumen cotidianamente.

En este aspecto también debemos señalar que en momentos de crisis económica como la actual, el trabajo doméstico abarca otros aspectos  como el trabajo agrícola, en  el cual participan las mujeres y los niños sin remuneración. Según datos estadísticos del INEC, el 47% de la PEA de mujeres realiza actividades no remuneradas. Este trabajo considerado como ayuda,  genera una alta plusvalía.

Otras actividades no remuneradas son las artesanales que se realizan para cubrir las necesidades internas de la familia.

Estas tareas entonces tienen una gran connotación material y productiva, son trabajos socialmente productivos que no pueden medirse solo con la base de creación directa de plusvalía sino por la magnitud en la reproducción de la fuerza laboral.

c) LA DISCRIMINACIÓN DE LAS MUJERES TRABAJADORAS EN EL ACCESO Y CONTROL DE LOS RECURSOS

Las mujeres nos incorporamos hace muy poco tiempo a las actividades productivas del ámbito público. Los primeros pasos los encontramos con la producción capitalista que sustituyó a la manufactura y artesanía. Este proceso de incorporación se realizó en condiciones de desventaja para las mujeres desde varias perspectivas: por una parte, se consideró y se considera aún como un trabajo complementario al del hombre y por lo tanto, es una remuneración secundaria para la supervivencia de la familia; por otra parte, las mujeres se articularon a procesos productivos que constituyen una extensión social de sus roles reproductivos tradicionales: la docencia, trabajo social, enfermería, empleadas y oficinistas, secretarias, en hotelería y restaurantes, en actividades comunitarias, que son conocidas como actividades terciarias de la economía, en un 70% en el área rural y 40% en el sector urbano. En el servicio doméstico, el 95% de las personas que realizan este trabajo son mujeres.  Esto configura una condición de discriminación que a su vez se produce por las menores oportunidades de acceder a una formación profesional y técnica, por el número mayor de analfabetas mujeres y por la opción profesional que se asume desde la perspectiva de los roles tradicionales de género.

En los llamados sectores informales de la economía y en el subempleo también es mayor el número de mujeres. El mantenimiento de salarios bajos es una constante en el Ecuador. Las diferencias se expresan con un sesgo étnico, puesto que la discriminación es mayor cuando se trata de mujeres trabajadoras indígenas o negras.

En cuanto al acceso de los recursos como tierra, instrumentos de trabajo, o acceso a créditos, también se evidencia una discriminación de género, así tenemos que en el campo el 55% de jefas de familia no tienen ninguna propiedad y solamente el 1% de trabajadoras agrícolas ha recibido capacitación técnica. El hecho de no ser propietarias de la tierra y de otros medios de producción les impide a un gran porcentaje acceder a créditos y otras formas de financiamiento de actividades productivas.

LA PRECARIZACIÓN LABORAL AFECTA EN MAYOR MEDIDA A LAS MUJERES.-

Como consecuencia de la crisis del capitalismo y de las políticas antipopulares del régimen de Correa en el ámbito laboral, se ha incrementado los porcentajes de desempleo y subempleo, las condiciones de contratación de la fuerza laboral han sufrido un acelerado proceso de precarización pues de los 2.173. 263 trabajadores asalariados registrados por el INEC solo 1.200.000 están afiliados al IESS, un gran porcentaje es contratado sin respetar lo estipulado en el Código de Trabajo y hoy se ha generalizado la contratación por servicios prestados en el ámbito público, que también es una herramienta muy eficaz para super explotar la fuerza de trabajo.

Por ejemplo, en el sector de producción de flores el 90% es mano de obra femenina que laboran en deficientes condiciones de seguridad y no tienen garantías de estabilidad laboral, además de la imposibilidad de organizarse y de reclamo de derechos establecidos en la Constitución, leyes y acuerdos internacionales.

Otras manifestaciones de la precarización del trabajo femenino es el sometimiento a condiciones de contaminación por el uso de químicos y otros productos que afectan a la salud reproductiva. Las medidas adoptadas son insuficientes y las consecuencias son nefastas para las trabajadoras.

LAS CONDICIONES DE TRABAJO, SEGURIDAD Y SALUD COMO ASPECTOS FUNDAMENTALES PARA EL DESARROLLO HUMANO Y SOCIAL.-

Tradicionalmente se ha asociado a las condiciones de trabajo al tema salarial, dejando de lado otros aspectos que influyen en la calidad de vida de los y las trabajadores, en su capacidad para desarrollar mejores condiciones para la producción y en el conjunto de dimensiones sociales, personales, físicas y psicológicas que son necesarias para garantizar una condición de salud, entendida ésta última no como ausencia de enfermedad sino como un estado de plenitud y equilibrio.

En los aspectos señalados anteriormente se configura una condición de explotación y discriminación para las mujeres trabajadoras; estos aspectos impiden que las mismas puedan tener una garantía para desarrollar plenamente sus capacidades. Por lo mismo la seguridad social concebida bajo los principios de solidaridad, universalidad y obligatoriedad, es  una necesidad vital para las mujeres.
Si tomamos en cuenta que en la Constitución Política se reconoce como derecho humano el acceso a la Seguridad Social, es una tarea el exigir del Estado los recursos que posibiliten la cobertura gradual de la población hasta llegar a la meta del 100%. En este sentido una primera demanda de las mujeres es la afiliación de las Jefas de familia del campo y la ciudad al Seguro Social, con el financiamiento del Estado.
Por otra parte, en cuanto al tema de riesgos del trabajo, es necesario que la Dirección nacional inicie un proceso de investigación de los problemas, afectaciones y enfermedades que adquieren las mujeres trabajadoras urbanas y rurales por su condición de género, como lo hemos detallado en el cumplimiento de una doble jornada de trabajo que implica el desgaste físico y mental y por la violencia que enfrenta en su entorno laboral, social e intrafamiliar.
En cuanto a la cobertura por derechos de maternidad, no todas las trabajadoras gozan de este beneficio, como por ejemplo las empleadas de negocios particulares, las trabajadoras asalariadas rurales y las pequeñas comerciantes; estas mujeres por su condición precaria se ven imposibilitadas de acceder a este beneficio.
En lo que respecta a la Jubilación de las trabajadoras, en el Ecuador hemos retrocedido, pues no se toma en consideración la doble jornada de trabajo que realizan, realidad que exige una reforma a la Ley para otorgar la jubilación a los 30 AÑOS DE TRABAJO SIN LÍMITE DE EDAD.
De igual manera, demandamos la provisión de servicios sociales; etc); SEGURIDAD SOCIAL CON COBERTURA PLENA para las mujeres trabajadoras por cuenta propia y trabajadoras del hogar. Finalmente, como la exigencia más importante para las mujeres es que nuestros gobiernos garanticen TRABAJO DIGNO, ESTABLE Y SIN DISCRIMINACIÓN POR CONDICIONES DE MATERINIDAD, ESTUDIO, ÉTNICO CULTURALES.

La organización de las mujeres para su propia liberación
Las mujeres trabajadoras y de los sectores populares debemos comprender que la única salida a nuestros problemas y la liberación efectiva la conquistaremos solo con la revolución y el socialismo, es decir, cuando vivamos en una sociedad sustentada en la solidaridad y la igualdad, y para ello es preciso que las mujeres seamos parte de la conquista del poder político por parte de las y los trabajadores.


Quito, septiembre de 20187

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